Veo sus ojos mirándome con un frio glacial a pesar de ser de un color cálido. El terror puede conmigo y me encojo en una esquina rezando por salir ilesa de allí. Debí hacer caso a Vir y a María. Él alza la mano y siento que voy a morir. En silencio le intento mandar un mensaje a mi familia y mis amigos diciéndoles que les quiero. Cierro los ojos esperando el golpe. No quiero verlo. No quiero...
Me despierto entre jadeos y con un pegajoso sudor frio instalado en todo mi cuerpo. Miro el reloj de la mesilla. Las 5 de la madrugada. No quiero volver a dormir por miedo a volverle a encontrar en sueños. Me siento en la repisa de la ventana y apoyo la cabeza en el frio cristal.
Lo que ha pasado hoy ha podido con mis nervios. Todavía me tiembla el labio. Me acaricio el brazo y siento un dolor punzante. Maldigo para mis adentros al ver que, en efecto, me ha salido un oscuro moratón en el brazo derecho.
-¿Qué te ha pasado?- oigo una voz a mi derecha. Giro la cabeza, sobresaltada, y me encuentro a Alex en el centro de mi habitación mirando mi brazo. Otra vez en mi habitación en medio de la noche. No me molesto en preguntarle como ha llegado hasta aquí, ya me he acostumbrado.
-Un mal sueño.- No tengo ganas de contarle lo que sucedió. Lo mejor es fingir que nunca ha pasado y seguir con mi vida, esperando a que la herida cicatrice.
Pero él no se da por vencido. No tiene ni un asomo de sonrisa en la cara, por primera vez desde que le conozco.
-¿Quién ha sido?- Puedo oir en su tono que sospecha lo que ha pasado y está deseando romperle la mandíbula.
-Un imbécil caprichoso con el que jamás debí juntarme- susurro. No soy capaz de mirarle a la cara, no quiero que vea la flaqueza en mis ojos.
Se sienta a mi lado en la repisa de la ventana y yo comprendo que quiere escuchar la historia.
Empiezo a recordar:
-Era el primer día de Noviembre, un mes que nunca me trajo cosas buenas. Y ese año no fue diferente. Había asistido a una fiesta con Vir y María, mis dos mejores amigas, en un lujoso hotel del centro de la ciudad. Puedes imaginártelo, lámparas de araña que colgaban de altos techos, alfombras persas, cristales importados de Francia y una luz tenue que inspiraba cierto encanto. Era un elegante cóctel donde se veían los mejores vestidos de la ciudad. El padre de Vir tenía que estar ahí para reunirse con un socio y nos invitó a todas.
Él también estaba ahí. Nuestras miradas se cruzaron en la pista de baile y no pude evitar pensar que parecía un cuento. Pero los cuentos son ficticios y la realidad nunca es buena.
Aún así, no podía creer la suerte que tenía. Me sentía como la Cenicienta pero solo con las partes buenas. Él, con su pelo rubio que parecía luz y sus ojos marrones que en ese momento me parecieron chocolate. Y el chocolate me gusta, no creas que no, pero engorda y en grandes cantidades no es bueno. Se acercó a mí, y con exquisitos modales me besó la mano y se presentó como James. Sonaba elegante, con clase, caballeresco y educado. Y así creí que era él. Nada más lejos de la realidad.
Vir y María se presentaron ante nosotros cuando solo estábamos empezando a conocernos. Me disculparon y me hicieron seguirlas al cuarto de baño.
-Aléjate de él, Nat- me dijo Vir. Siempre fue muy directa.
-¿Por qué?- No podía creer lo que oía. ¿Es que estaban celosas? No podía creer lo malas amigas que eran. Más tarde me arrepentiría de ese pensamiento.
-No es bueno, Nat, lo veo en sus ojos- dijo con suavidad María.
-¿En sus ojos? No hay nada en sus ojos- la repliqué, irritada. ¿Ellas me iban a decir lo que debía o no debía hacer?
-Exactamente: no hay nada.- dijo Vir. Solté un bufido.
-Estáis paranoicas. Es perfecto y estáis celosas, eso es lo que veo yo en vuestros ojos- ironicé. Se intercambiaron una mirada cómplice.
-Te lo decimos por tu bien, aléjate de él.
- Pues no os he pedido consejo.- Salí del baño dando un portazo. Nunca me ha gustado que me digan lo que debo hacer y cuando lo hacen, lo único que consiguen es todo lo contario.
Volví con él a la fiesta.¿Qué podían haber visto de malo en él? Y auque no las hice caso, no dejaron de darme vueltas sus palabras en la cabeza. Pero las deseché a un lado. Era todo un caballero. Como un príncipe salido de un cuento. Pero como bien me recordó hace poco María, a mí me van los imbéciles, y debí darme cuenta en un principio de que él era perfecto. Demasiado.
Llevábamos medio mes aproximadamente saliendo cuando aconteció el desastre. Me enviaba flores todos los días, creí que nada podía irme mejor. Vir y María no se dieron por vencidas y siguieron diciéndome que me alejase, pero ponía los ojos en blanco y hacía oidos sordos. Era todo maravilloso. Pero todo el mundo sabe que después de la calma viene la tormenta. Y esa fue devastadora.
Recuerdo ese día a la perfección. 13 de Noviembre. Jamás he sido supersticiosa, pero ese día me dió qué pensar. Estábamos en su casa, una enorme vivienda blanca para la que no me hubiese venido mal un guía. James estaba en el salón con una botella de caro whisky en la mano. Su pelo estaba despeinado y fuera de la cárcel de gomina que se lo echaba hacia atrás normalmente. Sus ojos rojos denotaban cansancio y la botella de alcohol estaba casi vacía. Le había visto beber otras veces y sabía que su humor cambiaba, pero esta vez estaba realmente borracho. Hasta el punto de preguntarme si era la primera botella que vaciaba. Fui a su lado y le di un beso, pero su expresión se tornó salvaje, animal, y me entró pánico. No había rastro de sus modales ni de su amabilidad. Tan solo era el caprichoso niño rico que se ocultaba tras la farsa y que se había cansado de su juguete. Quería más.- Me estremezco, dándole a entender lo que significa el "más".
Me empezó a insultar y me dió una bofetada con brutalidad. La mejilla me empezó a arder y me llevé la mano a la cara. Le grité e intenté huir, pero fue más rápido y me alcanzó. Me volvió a golpear y mi labio empezó a sangrar. Me limpié la boca con la manga intentando guardar un poco de dignidad.
-Me han suspendido economía, Natty.- Me había llamado muchas veces así, pero esta vez no sonó igual. Yo estaba en una esquina de su cuarto. él estaba en cuclillas agachado a mi lado. Tenía la voz pastosa y las pupilas dilatadas. Por encima de su hombro vi un paquete de pastillas. De diseño, seguramente. ¿Éxtasis? Me pregunté cuanto tiempo llevaba drogándose y como pude haber sido tan tonta de no haberme dado cuenta. Andaba tambaleándose, pero su fuerza seguía siendo descomunal.- Mi padre me va a matar.- Soltó una risa amarga.- No soy un inútil, ¿verdad que no, Natty?
No me atreví a contestarle. En mi fuero interno quería decirle que sí, pero tenía miedo de que me volviese a golpear.
-¡Responde!- me chilló. Alzó una mano en el aire, amenazante. Yo me puse a llorar. El labio me sangraba, la mejilla me escocía y tenía la sensación de que iba a morir allí mismo, en esa esquina. Seguí sin abrir la boca.- Qué vas a saber tú... Eres otra de esas zorritas que se creen que vamos detrás de ellas. ¿Quieres saber algo, Natty? Te he estado utilizando todo este tiempo. Me hacía gracia jugar contigo y hacerte creer especial. Pero me he cansado de tus chorradas.
Se acercó más a mí. Estaba a punto de golpearme de nuevo y... forzarme.- Me cuesta decirlo en voz alta. Me siento sucia. Los ojos de Alex brillan en la oscuridad de la habitación. No sonrie.- Me puse a chillar cosas incoherentes, el miedo no me dejaba pensar en lo que decía. Sólo gritaba. Juro que pensé que no viviría para contarlo. La puerta se abrió y aparecieron en el marco Vir y María. Nunca me sentí tan aliviada de verlas. Le dieron con un jarrón en la cabeza, dejándole inconsciente y corrieron a mi lado. Llamaron a la policía y les dijeron lo que había pasado.
No volví a saber de él después de eso. Pero todavía hoy tengo pesadillas con sus ojos y esa noche. Y todo lo que podría haber pasado de no ser por ellas. Nunca podré pagárselo. Debí haberlas escuchado.
Hoy me lo he encontrado en el parque, cuando estaba con María. Me ha llamado Natty, pero ya no sonaba dulce. Rezumaba odio. Me ha dicho que no ha acabado- finalizo la historia.
James: "¿Te crees que se ha acabado?".