-¿Por qué volvió?- me pregunta Vir.
-Es posible que yo un día me colase en su casa y le robase este cuaderno.- Saco el cuaderno marrón del bolso con cara culpable. Vale, a lo mejor no fue exactamente correcto, pero estaba asustada, ¿vale?
Estamos en una hoguera en la playa, un poco apartadas de la gente para poder hablar a solas y que yo las ponga al día.
- ¿Creeis que estoy loca?- pregunto al acabar de contarlas la historia.
-No, solo un poco confundida- me dice Vir con suavidad.
-¿Alex no te dio ninguna explicación?- me dice María, intercambiando una mirada cautelosa con Vir.
-No le he vuelto a ver desde entonces y ya ha pasado una semana. Creo que se ha ido. Las luces de su casa no se han vuelto a encender y su coche ya no está. No hay que ser muy lista para saber que se ha marchado.
Me entran ganas de echarme a llorar al pensar que mi única fuente de información ha huido. ¿Ahora qué voy a hacer?
Hace unos días le pregunté a mi madre donde había comprado la perla y su única respuesta fue "Tiffany and Co." y miradas evasivas. Oculta algo y no me lo va a decir.
Tampoco he vuelto a ver al hombre de los zapatos rojos, pero eso realmente no me entristece. Estoy incluso aliviada.
-¿Has leído el cuaderno?- me pregunta Vir. Lo sujeto en una mano con cierto respeto y asco al pertenecer al tío que casi acaba con mi vida. Me pregunto si esa era su venganza, la de venir como un energúmeno con un bate de baseball o era algo más frío y calculado. De todos modos, ya no va a poder cumplirla desde un centro de menores.
-Solo la primera página. James iba a vengarse de mí, me responsabilizaba de lo ocurrido. La policía me llamó hace un par de días para avisarme que está en Kansas, en un centro para menores y que le atiende un psiquiatra. Me han dicho que no debo preocuparme así que... no me preocupo.- Compongo una sonrisa demasiado falsa y ellas lo notan. Pero no es James quien me preocupa, sino Alex. Y eso me asusta de verdad. Le dije que confiaba en él, joder, ¿por qué se ha ido?
-¿Estás bien?- me pregunta Vir con suavidad, pasándome una mano por el hombro. María es más impulsiva y me da un largo abrazo.
-Vamos a resolver esto, Nat- me dice.
-Quiero saber dónde coño se ha metido y darle una buena bofetada por todo lo que ha pasado. Es culpa suya, todo empezó cuando se mudó a la casa de enfrente, estoy segura.- Todo el enfado que he estado conteniendo explota dentro de mi pecho. Y, sin embargo, siento que no puedo culparle.- Pero, ¿y si todo esto comenzó mucho antes de su llegada?¿Y si he vivido toda mi vida engañada? ¡Dios!- grito, asustándolas un poco.- Es tan frustrante no saber nada... Estoy segura de que mi madre también me oculta cosas, pero el hombre de los zapatos rojos me dijo que solo Alex podía darme las respuestas que buscaba.
-Sé paciente- me dice Vir. ¿Esque ella no se preocupa nunca por nada? No, Vir sabe esperar. Esa ha sido una de las pocas cosas que nos han diferenciado siempre. Esa, y que ella nunca discute por nada. Lo cierto es que, a pesar de todo lo que ha pasado, me reconforta seguir teniéndolas a mi lado y saber que algunas cosas siguen como siempre.
Miro a la hoguera en la playa. A lo mejor me vendría bien desconectar un poco y divertirme, pero no puedo. Lo único que quiero es ver aparecer a Alex en cualquier momento con sus ojos azules y su muro indestructible, y que me explique de una vez por todas qué ha pasado.
O despertarme y darme cuenta de que esta historia no ha sido más que un maldito sueño y que mi vida sigue estando en orden, con James en un centro para menores, un collar que no deja ciego a nadie, un vecino que no se cuela en mi casa, un hombre de zapatos rojos inexistente y con la piel sin rastros de tatuaje.
Ya me he acostumbrado a verlo todos los días en mi espalda y ya lo noto como parte de mí, pero cuando se lo enseñé a mis padres me dijeron que no tenía nada, que lo había soñado o que era solo una mancha; lo que me resulta doblemente extraño. Pero me tengo que aguantar, porque mi vecino idiota ha decidido huir llevándose la verdad.
Me quedo mirando la enorme hoguera, que, con sus lenguas de fuego, intenta alcanzar el cielo, como un ángel caido que suplica a Dios por volver al Paraiso. Ojalá pudiese quemar todas mis preocupaciones, mis miedos, mis recuerdos, mis pensamientos, mi pasado... Me levanto con el cuaderno de James en la mano y una idea en mi cabeza. Vir y María me siguen extrañadas pero sin decir palabra, y son testigos de como tiro el cuaderno de James a la hoguera, lanzándolo como si fuese un freesbie. Y lanzando con él una parte de mi pasado, mis miedos, mis preocupaciones y mis remordimientos. Me despido finalmente de James, cerrando un capítulo en mi historia.
Me quedo mirando la enorme hoguera, que, con sus lenguas de fuego, intenta alcanzar el cielo, como un ángel caido que suplica a Dios por volver al Paraiso.