martes, 6 de septiembre de 2011

Capítulo 33. El secreto de la Luna.

Aparco el coche en el descampado. Son las 11 de la noche y ya hace dos días de mi conversación con Alex. Miro a mi espalda y lamento no haberles pedido a María y Vir que me enseñasen como volver a sacarlas.
Últimamente todo ha sido de locos. Le dije a mi madre que ya sabía lo de la perla y me dijo que estaban muy orgullosos de mí. No he vuelto a ver a Alex ni Astaroth (Dios, que raro se me hace llamarle así. Y, sin embargo, no me imagino otro nombre para él). Pero su gato sigue en la ventana, lo que me proporciona cierto consuelo.
Las estrellas están en el cielo brillando con intensa frialdad. La luna las acompaña como un blanco disco colgado de un techo gigante.
-Cada estrella es el monumento al nacimiento de un ángel-oigo una voz detrás de mí. Me giro y me encuentro a Alex apoyado en mi coche con un cigarro entre los labios, con actitud relajada. Lleva una camiseta blanca con cuello en pico y encima una cazadora negra de motorista. Tiene las alas desplegadas con total libertad.
Adiós a mi propósito de alejarme de él.
-¿Qué me ocultas, Alex? Asderel, digo- rectifico.
-Llámame Alex. Dentro de poco dejaré de ser Asderel. O no.-Se queda pensativo un momento mirando al cielo y luego vuelve la vista hacia mí.- ¿Qué te oculto? Tantas cosas...- compone una media sonrisa acompañada por una mirada misteriosa.-¿A qué te refieres exactamente?
-A lo que hablaste el otro día con Astaroth.
-Ah, eso- dice tan solo.
-¿Y bien?- alzo una ceja.
-Mis alas no son tan oscuras como solían ser. Deberías haberlas visto, eran capaces de eclipsar la luz de una ciudad- mira más allá de mí, a otro tiempo, con una sonrisa orgullosa.- Están perdiendo su poder, se están aclarando. Ahora no soy capaz de oscurecer ni una simple casa. Igual que mis ojos. Se están volviendo del color del cielo en verano. Adiós al azul oscuro de la medianoche que tenían antaño. Y mis acciones... Dios, me estoy volviendo un blandengue. El otro día no fui capaz ni de estrellar un coche. Astaroth tenía razón, me estoy debilitando- mira hacia sus pies.
-Estás enfermando, ¿verdad?- le digo con culpabilidad. Recuerdo las palabras de Astaroth: "¡Esa chica te está matando!" Soy la culpable de la enfermedad de Alex. Soy un peligro.
-Sí- dice.
Entonces empieza el espectáculo, interrumpiendo nuestra conversación. Igual que una noche hace un año, Alex y yo presenciamos como el cielo obra un milagro y comienza a llover luz.
-El vano intento de Dios de manifestarse a los ciegos humanos-susurra Alex.- El secreto de la Luna.
En su mirada vuelvo a ver la nostalgia de la otra vez.
-¿Echas de menos el cielo?
-Sí. Estuve allí mucho antes de la caída, mucho antes de que nos destinasen a la Tierra. Hace tantísimo tiempo que no lo veo. Recuerdo que era lo más hermoso que había visto nunca- mira hacia las estrellas pero más allá, a otro tiempo más antiguo que el mismo mundo.
-Pero me habías dicho que tus padres son demonios. Si estuviste en la caída de los ángeles significa que eres de los primeros demonios, ¿no?
-Mis padres son demonios, pero una vez fueron ángeles. Estuvieron conmigo en la caída.
-¿Se permite la relación entre ángeles?- digo un tanto violenta.
Asiente con una sonrisa:
-¿Cómo crees sino que se preserva la raza de los ángeles?
Nos quedamos mirando la luna hasta que acaba el espectáculo.
-No es de extrañar que descubrieses este sitio.
-¿A qué te refieres?
-Tu vida está regida por el destino. Descubriste este sitio para que te sirviese de refugio, para estar más cerca de tu Creador.
-¿Qué más cosas ha regido el destino?
-Algunos de tus gustos. Te gusta la Guerra de las Galaxias y sientes debilidad por Darth Vader. Le podríamos comparar con un ángel caído, estuvo en la fuerza y se pasó al lado oscuro. Los ángeles siempre os sentís atraidos por la mala gente. O tu libro favorito.
-¿Don Juan Tenorio? Entonces también el destino te rige a ti tu gusto, ¿no?
-Claro. ¿Conoces el tópico literario de la "Donna angelicata?
-Una mujer buena que salva a un hombre.- Lo recordaba de las clases de literatura.
-La historia de los ángeles y los demonios. Un ángel, Inés, salva a un demonio de acabar en el Infierno, Don Juan. ¿Sabías que Zorrilla era un ángel que fue un demonio y "Don Juan Tenorio" fue su historia adaptada a humanos?
Sí, me ha sorprendido.
Pero entonces recuerdo su enfermedad. Me fijo en sus alas, que absorben la luz de la luna pero sin dejarnos totalmente a oscuras. Me apoyo en el coche a su lado y le pongo la mano en el hombro. Él se pone tenso y mira al frente. Yo aparto la mano.
-¿Por qué te fuiste?-Ya sé la respuesta. Y llamadme masoquista, pero tenía que volver a escucharla.
-Porque tenía que alejarme de ti.
-¿Por qué?
-Porque empecé a tener sentimientos de ángel.
-¿Qué te hicieron? Volviste más duro, implacable y reservado.
-Estuve un año conviviendo con demonios, haciendo el mal, sembrando la miseria. Para recuperar mi naturaleza de demonio.
-¿Es por mi culpa que estés enfermo?- digo entre lágrimas. Mierda, le estoy jodiendo la vida. Asiente mirando todavía hacia delante.
Me intento ir hacia el coche para alejarme de él. Pero me agarra del brazo y me hace girarme para mirarle.
-Que te quiero, coño- y su maldita media sonrisa.
Me agarra de la cintura y me acerca a él para besarme.
Maldito cabrón, me había asustado.