martes, 6 de septiembre de 2011

Capítulo 26. El regreso.

1 año después...

Tacho en un calendario imaginario el duodécimo mes que no veo a Alex. Después del incidente de James y de la llegada de mis padres no volví a saber nada más de él. No volverá. Y yo, como una tonta, he tardado un año en hacerme a la idea. Un maldito año tirado esperándole.
Primero acude la rabia por no haberme mandado ni una mísera carta, por abandonarme sin explicaciones. Luego acude la tristeza y otra lágrima resbala por mi mejilla. Perdí la cuenta hace tiempo de las lágrimas derramadas en la almohada, de los pensamientos hacia él que me mantenían en vela por la noche, de la espera de explicaciones. Durante un año...
Un año para continuar mi vida. Para ir a la Universidad de Seattle donde, por cierto, tampoco estaba él como había dicho. Al principio no podía creer que eso también fuese una mentira y esperé, pero con el paso del tiempo empecé a estar lista para cualquier cosa.
Un año que he contado a través del crecimiento de Chavakiah, mi fiel cachorrito de labrador que se ha convertido en un enorme perro. El nombre es extraño, lo sé, pero me vino en un momento de inspiración y se lo puse. Es original, por lo menos, aunque nadie consiga pronunciarlo bien.
Y de nuevo el verano. Estoy tirada en mi cama con un libro y con Chavakiah al lado, que no para de babearme la colcha. Se pone a llorar y me empieza a tirar de la camiseta. Genial, quiere ir a dar un paseo.
-No, ahora no- le digo, acariciándole la cabeza. Pero él no se conforma y sigue tirando de mi camiseta. Al final soy yo la que se da por vencida y acabo bajando las escaleras para sacarle un rato. Mis padres se han ido a otro maldito congreso de arqueólogos y no volverán en una semana, así que tengo tiempo para relajarme. Quien iba a pensar que acertarían con algún regalo, pienso mirando a mi perro.
Fue cuando estaba saliendo por la verja. Chavakiah se pone a ladrar a la casa del vecino como un loco. Yo, bajando la cabeza para no mirar a la cara a los recuerdos que me inspira esa casa, le insto a dejarlo y seguir andando, pero Chavakiah se niega a moverse y sigue ladrando.
Al final aparece la razón de sus ladridos. Un gato negro se asoma por la ventana superior de la casa, que está abierta, y pega un maullido escalofriante. Es la primera vez en un año que la casa da una señal de vida. Y la segunda señal no tarda en manifestarse.
Dos segundos después aparece un chico joven y aún más guapo de lo que recordaba, con el pelo negro despeinado y los ojos azules muy oscuros.
Alex.
La boca se me abre en un gesto de profunda sorpresa. Pero no tarda en cerrarse y convertirse en una mueca de ira.
-¡Tú!¡Cabrón gilipollas!- le chillo mientras voy hacia él con un dedo señalándole. Una sonrisa burlona se le forma en la boca.
-Nat...-pronuncia mi nombre como tantas veces atrás lo había hecho: con tono burlón y suavidad. Y aunque ahora me cabrea, lo cierto es que lo había añorado.Y vuelve a reirse de mí como siempre.-¿Me has echado de menos?
-Claro que no- contesto. Quiero herirle como él me ha herido a mí.
-¿Tengo que recordarte lo mal que se te da mentir?- Maldito cabrón.
-¿Cómo pudiste irte sin decir nada?- le reprocho.
-Vaya, ¿querías una postal?- dice con sarcasmo. Su voz no ha cambiado en absoluto. Suave, grave y siempre con una nota de sarcasmo. Y otra nota que indica que el muro está más fuerte que nunca.
Chavakiah aprovecha mi despiste para meterse dentro de la casa corriendo, seguramente buscando al gato.
-¡Chavakiah, no!- le agarro del collar con brusquedad y le saco fuera de la casa, reteniéndolo a mi lado.
-¿Chavakiah?- repite Alex, alzando una ceja.- ¿"Dios que da alegría"?¿En serio?
-¿Qué?- Y yo pensaba que estaba loca...
-Es lo que significa su nombre. Aunque apuesto a que no tenías ni idea.
-No, no la tenía.- Aunque en cierto modo era acertado, porque alegría era lo que me había hecho falta durante este año y él me la había dado. Le acaricio la cabeza con cariño.
Me mira otra vez como si intentase averiguar algo.
-¿Tengo que recordarte que me debes algo?- le digo al final, ya que veo que no tiene intención de empezar él a explicar.
-¿Yo?- vuelve a estar divertido.- Creo que eras tú la que me debía algo a mí. Después de todo, te ayude con el allanamiento de morada, el robo y la escapada en coche.
-No te pienso dar nada- le digo entrecerrando los ojos.
-Claro que lo vas a hacer- sonrie.- Quiero tu collar.
-No.- Lo agarro, tapándolo de su vista. Pero él es más rápido, y con un ágil gesto por detrás de mi cuello que casi ni veo, me lo quita. Sonríe otra vez de medio lado, satisfecho, pero cuando toca la perla, retira la mano rápidamente con un gesto de dolor en la cara.
-Me he quemado- dice.

-¿Chavakiah? ¿"Dios que da alegría"?¿En serio?

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